domingo, 18 de agosto de 2013

27-7-2013: el día que nació mi niño

¡He vuelto! Y quiero compartir con vosotras el día más bonito de mi vida.

A lo largo de estos últimos meses ha habido varias fechas que para siempre se quedarán marcadas en mi calendario. La primera de ellas, el 28 de noviembre, el día en que supimos que estaba embarazada. La segunda, el 12 de diciembre, el día en que escuchamos el corazón de mi pequeño por primera vez. También ha quedado para siempre grabada en nuestras memorias el 20 de marzo. El día sin duda más agridulce de este último año y me atrevería a decir que de nuestras vidas, un mal diagnóstico nos dio un buen susto que se solucionó horas después.


Pero sin duda, si hay una fecha importante que supera al resto y que se ha puesto por delante de aniversarios, cumpleaños o efemérides es el 27 de julio, el día en que nuestro niño vino al mundo.

Han pasado 22 días y me da la sensación de que ha pasado un año. Primero, por lo intenso de estas jornadas de pañales, tomas de leche, mecidas y susurros, segundo, porque parece que conozco a mi hijo de toda la vida. Aún así, reconozco que cuando nació lo primero que pensé fue en cómo podía haber vivido tanto tiempo sin él. Su mirada, su sonrisa, su piel, su olor... 




Al final nació por cesárea programada a las 39+2 semanas de embarazo. Un ginecólogo del hospital en el que di a luz lo estimó conveniente por el tamaño del gordito. Siempre nos dijeron que iba dos semanas por delante de su peso y tamaño y en las últimas semanas se disparó. La última ecografía, justo dos días antes, anunciaba que pesaba 4,600 gramos y aún no estaba encajado. El médico dijo que el peso podía oscilar y ser 300 gramos superior o 300 inferior. Nos dijo que si no me ponía de parto de manera espontánea y llegaba a la semana 41 el niño fácilmente podía pesar 5 kilos y eso iba a ser cesárea si o si, así que no me dio opción. "El sábado a las 7.30 aquí".

Buff, y qué vértigo. Te dicen eso y te entra el canguelo. Saber la fecha de parto da lugar a dejar la casa recogida, a cerrar planes o trámites, a quedar con gente y deshacer planes sin necesidad de dejar a nadie tirado y a hacer cosas que debes hacer, como quitarte la pintura de uñas, depilarte o terminar sin prisa la bolsa del hospital. ¿Lo malo? Lo malo es que te agobias sabiendo cuando va a nacer, te entran mil temores, "¿Saldrá bien?", "¿Me dolerá mucho?", pero rodearte de personas que evitan que pienses en ello ayuda, y mucho. En mi caso lo hice de mi madre, con la que me fui de tiendas, con mi mejor amiga, que me llevó de rebajas y con Á, que pese a su aprensión se ha portado como un auténtico campeón, como un padre, lo que es.

Así que allá que nos plantamos el sábado. Más tranquilos que nerviosos –dormí toda la noche del tirón, ¡lo que es evadirse!– y, mientras, al otro lado, las personas más importantes esperaban paciente o impacientemente, no lo sé, aunque me lo imagino. El caso es que a las 12.30 de la mañana me dijeron que me llevaban a quirófano y a las 13.05 nació mi niño.

Si hay algo que nunca podré "perdonarme" es no haberlo parido de manera natural, aunque la prescripción médica mandaba, estaba claro. Aún así, tenía la esperanza de verlo nacer ya que las cesáreas, como sabéis, se hacen con anestesia intradural, es decir, te duermen de barriga para abajo y al menos estás al tanto de lo que ocurre. Yo no pude, pues hubo problemas con la anestesia y al séptimo pinchazo –dolores y nervios incluidos– decidieron dormirme tras quejarme por el dolor de los cortes. Así que lo último que recuerdo es decir "Ay, ay, que me duele, que lo noto" y lo siguiente oír a mi madre y a Á susurrándome que ya había sido mamá en la sala de recuperación. Después me trajeron a mi niño y se paró el mundo. No paraba de llorar, y yo tampoco.

Ha sido toda una experiencia. No he sufrido los dolores de un parto natural pero sí los posteriores de una intervención quirúrgica y no puedo entender cómo hay gente que opta a esto sin pensarlo, pero está claro que cada persona es un mundo. Aún así, puedo decir que a 22 días del parto me encuentro casi bien, por no decir bien. Tengo una señora costura y aún me sobran unos kilos, pero atrás quedaron los dolores, los calambres, las contracciones fuertes del útero volviendo a su sitio –aún le queda– y los tirones de los puntos.

Es fundamental rodearte de personas que te lo ponen fácil. Sin Á y su ayuda los primeros días –sobre todo los del hospital– no habría podido. Sin mis padres y mi tía, que han venido a ayudarme sin importarles la hora o qué hacer, como limpiar o asearme, o sin mis suegros, que entre otras cosas nos han llenado la nevera de delicatessen y no dejan lugar a que nos quedemos sin pañales.

Pero pese a todo lo malo, merece la pena, y repetiré. Me haría una y mil rajas más con tal de tener un tesoro como el que tenemos en casa. Sano, guapo y fuerte. 

¿Qué más se puede pedir?

Objetivo mamá

1 comentario:

  1. Creo que un parto así tiene q ser duro, sobre todo si tuvieron q dormirte entera. Pero como dices, merece la pena, igual que las noches en vela y los llantos que no se sabe porque son. una mirada y una sonrisa y se olvida todo!! Se ve q eres muy fuerte, y afortunada por esas buenas ayudas y compañías. Sigue disfrutando del peque!!
    Lydia-padresenpañales.com

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