¡Hola,
hola!
Aquí
estamos, de vuelta, y con energías renovadas. Aunque quienes me
seguís en otras redes sociales sabéis que allí soy muy activa, es
cierto que el blog ha estado un poco abandonado últimamente, cosa
que va a cambiar, tengo el firme propósito y muchas cosas que
contar, así que... ¡aquí estoy de nuevo!
Hoy
quiero contaros nuestra particular operación "chupete". En
nuestro caso se trata de la operación "dedo", ya que el
rubio, que siempre ha sido muy independiente, con cuatro meses
decidió que ya estaba bien de chupete y yo, o sea, su santa madre,
le dejé meterse el dedo. ¡Craso error! Dos años después es una de
las peores decisiones que tomamos, porque sabíamos que era
perjudicial y, pese a eso, le dejamos.
Pero
claro, esto no es de la noche a la mañana. Un día le ves con el
dedo en la boca y piensas, serán los dientes. Al otro, que se tendrá
que consolar con algo. Al tercero sabes que te has caído con todo el
equipo y ya no sabes qué hacer.
Nuestro
pediatra, nada más verlo en esa época, nos advirtió. "No le
dejéis, quitarle la manía será difícil y puede deformársele el
paladar". Nos recomendó vendarle el dedo. No lo hice, me daba
pena, y en ese momento le estaban saliendo sus primeros cuatro
dientes a la vez, así que le "dejé".
Han
pasado casi dos años y ha tenido una verdadera adicción. Sí, hablo
en pasado. Tras quince días creo que puedo afirmar que chuparse el
dedo en mi casa ha pasado a la historia. (Y eso que yo me lo
imaginaba con 10 años escondiéndose para chupárselo).
Estoy
muy orgullosa de haberlo logrado, de que lo hayamos logrado. De que
él, tan pequeño, haya sido capaz de conseguirlo.
Hace
dos semanas observé que su dedo pulgar derecho –el que se chupaba
sin medida– estaba feo. Tenía pus y estaba muy rojo. Previo
consejo del pediatra le echamos una crema antibiótica y le hicimos
lavados con agua con sal. Mano de santo, aunque, eso sí, hemos
estado una semana liados con el tratamiento.
Le
hemos echado mucha psicología y le compramos tiritas infantiles.
Micky Mouse y los Minions. Después de que se le curara ha estado
otra semana más con la tirita, para afianzar el asunto. Estamos
encantados porque no se ha metido el dedo ni una sola vez en la boca,
ni siquiera para dormir. ¡Y eso que le están saliendo muelas
nuevas!
En
fin, quería escribir este post fundamentalmente para deciros que sí,
que se puede, pero que hay que echarle voluntad y paciencia, porque
en los primeros días la verdad es que le costaba aún más si cabe
dormirse, echaba de menos su dedo... Pero los niños son más fuertes
de lo que creemos. Cuando empezó a hacerlo y el pediatra me dijo que
acabáramos con la manía busqué y rebusqué información, pero casi
no había nada. Al final lo mejor es tapárselo, porque si no ellos
lo hacen como acto reflejo.
Ahora
parece que ha pasado a la historia, aunque permaneceremos
expectantes.
Por
cierto, que ya en pleno otoño tenemos muchas actividades en Málaga.
Teatros, espectáculos, cuenta cuentos, estimulación musical...
Tengo mucho que contaros.
¡Nos
leemos!
Objetivo
mamá